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Vida mística, austera y penitente de la madre Antonia

  • Foto del escritor: Jardín Peruano
    Jardín Peruano
  • 17 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 8 jul 2022

Con haberse trasladado de la calle de Monserrat junto al Señor de los Milagros; debemos decir que Dios formó a Sor Antonia Lucía para culto perpetuo del Señor de los Milagros, y el Señor de los Milagros vino a corresponder a los anhelos del corazón de Sor Lucía, como víctima que deseaba consagrarse al amor de Jesús Nazareno. La Madre Antonia Lucía sólo cada 24 horas tomaba un alimento que consistía en una pequeña cantidad de pescado y dos yemas de huevo, todos los viernes del año dejaba de tomar alimento, empezando este ayuno desde la víspera al medio día y terminándolo el sábado a las dos de la tarde. Ayunaba toda la semana santa sin probar bocado, a no ser que interviniese la voluntad de su confesor y entonces probaba algunos bocados de verdura. Las disciplinas eran cruelísimas las disciplinas que acostumbraba, azotándose todo el cuerpo, puesta de rodillas, y los viernes con derramamiento de sangre. La Madre Antonia Lucía padecía enfermedades varias y continuas, con dolores intensos de todo el cuerpo, de los cuales nunca se quejó pareciéndole injusto pretender bajar de la cruz en que el Señor la ponía. Todos los días de 12 a 3 de la tarde, padecía mucho y de un modo especial. Todos los viernes del año andaba enteramente descalza y con especies amarguísimas en la boca. Veamos como habla de ella misma de los efectos de la oración: "Estando llorosa sentí una marea suave con incomparable gozo y consuelo de grande fe que daba por hecho lo que antes lloraba dudosa, pasó esto a elevación de los sentidos y suspensos ellos de lo que el alma gozaba, entendí en la mente que veía al Espíritu Santo tan amoroso como Padre que me decía: Mírate en ese espejo. Entendió mi alma y ví que de las manos del Santísimo Señor salía una tabla dorada con unas letras que decían: 𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐆𝐋𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐑𝐌𝐄𝐍 𝐂𝐄Ñ𝐈𝐃𝐀 𝐀𝐋 𝐈𝐍𝐒𝐓𝐈𝐓𝐔𝐓𝐎 𝐍𝐀𝐙𝐀𝐑𝐄𝐍𝐎: 𝐕𝐈𝐃𝐀 𝐀𝐏𝐎𝐒𝐓Ó𝐋𝐈𝐂𝐀 𝐒𝐈𝐆𝐔𝐄 𝐌𝐈 𝐄𝐕𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋𝐈𝐎: 𝐄𝐍 𝐄𝐋𝐋𝐀. Volví y dije: Señor a mí tanta dicha? Temo la ilusión: y díjome el amantísimo bien nuestro: para venideros tiempos te muestro esta tabla, para que se diga que fue dada y dirigida del Espíritu Santo". El fenómeno se repetía no pocas veces mientras rezaba el Oficio divino, durante el cual gozó también de apariciones y visiones del niño Jesús, y en otras ocasiones del Divino Nazareno, cansado y afligido que alentaba a su sierva a la imitación, especialmente en la pobreza y penitencia. Algunos de estos éxtasis eran con elevación en el aire de todo su cuerpo.

Madre Antonia, orando extasiada.


 
 
 

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