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Patrocinio de nuestra Señora de la Merced sobre la ciudad de Lima

  • Foto del escritor: Jardín Peruano
    Jardín Peruano
  • 21 jul 2021
  • 2 Min. de lectura

𝘗𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢𝘥𝘢 𝘣𝘢𝘫𝘰 𝘷𝘪𝘴𝘪ó𝘯 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘝𝘦𝘯𝘦𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴 𝘍𝘳𝘢𝘺 𝘎𝘰𝘯𝘻𝘢𝘭𝘰 𝘋í𝘢𝘻 𝘥𝘦 𝘈𝘮𝘢𝘳𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘍𝘳𝘢𝘪𝘭𝘦 𝘔𝘦𝘳𝘤𝘦𝘥𝘢𝘳𝘪𝘰 𝘺 𝘭𝘢 𝘛𝘦𝘳𝘤𝘪𝘢𝘳𝘪𝘢 𝘐𝘴𝘢𝘣𝘦𝘭 𝘥𝘦 𝘗𝘰𝘳𝘳𝘢𝘴, 𝘛𝘦𝘳𝘤𝘪𝘢𝘳𝘪𝘢 𝘍𝘳𝘢𝘯𝘤𝘪𝘴𝘤𝘢𝘯𝘢.


Hallábase en esta ocasión el Siervo de Dios Fray Gonzalo, y habiendo pedido el amparo de la Madre de Dios de las Mercedes, e instado a Dios con oraciones, ayunos y penitencias, salió por las calles a juntar a la poca gente que había quedado, y alentando su desmayo por el patrocinio de la Virgen de las mercedes, les persuadió que fuesen a Nuestra Iglesia a pedir el amparo de la que es protectora de la Iglesia…Habían quedado en el puerto si no los viejos y enfermos, que no podían huir, a estos los juntos todos delante del Altar de la Madre de Dios de la Merced, donde estaba con lágrimas pidiendo su amparo, determinados todos a morir allí protestando su Fe, a los cuales alentaba a morir como católicos con una Cruz en la mano. Quedose en rapto el Siervo de Dios, centellando como un fuego su rostro, cuando entraron de pronto la gente que había quedado atrás, de que se iban haciendo mar los navíos holandeses. Volvió Fray Gonzalo en sí, dando voces y diciendo: Madre de Misericordia, Abogada de los pecadores, que así templas el justo enojo de tu Hijo agrado contra nuestras culpas. Y dando alegres noticias de la seguridad, dieron todos a Dios y a su Santísima Madre las gracias, por las mercedes, que a toda la cristiandad de aquel reino había hecho.


𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑽𝒊𝒔𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑽𝒆𝒏𝒆𝒓𝒂𝒃𝒍𝒆 𝑰𝒔𝒂𝒃𝒆𝒍 𝒅𝒆 𝑷𝒐𝒓𝒓𝒂𝒔, 𝑷𝒓𝒐𝒇𝒆𝒔𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑻𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓𝒂 𝑶𝒓𝒅𝒆𝒏 𝑭𝒓𝒂𝒏𝒄𝒊𝒔𝒄𝒂𝒏𝒂

Estando nuestros españoles en grande aprieto, el puerto sin defensa y al Ciudad en gran peligro, tuvo esta bendita mujer un maravilloso rapto, y vuelta de él, y declaro a su confesor que le asistía: Que en aquel éxtasis, vio a Nuestra Señora de las Mercedes, vestida de hábito blanco… con corona real de precio inestimable en la cabeza. Venia dentro de una hermosísima nube, más blanca que los ampos de la nieve, cercada de ángeles innumerables…Y que la serenísima Madre, con mirada dulce alegre y agradable, bendecía la Ciudad, y la amparaba, extendiendo sobre ella su manto blanco, bordado de cambiante de luz y hermosos rayos.


Bibliografía: (Vida de Fray Gonzalo Díaz de Amarante, Fray Felipe Colombo)


 
 
 

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